Blog No seas deshonesto

No seas deshonesto. Puede ir a peor y tus amígdalas cerebrales tienen la culpa.

24 de abril de 2021 / BY / IN General

Es bien conocido que el ser humano es el único ser capaz de mentir y engañar a los demás diciendo o haciendo lo contrario de lo que se piensa, con la intención de inducirles a tener por cierto lo que no lo es.

Si nos preguntamos por qué personas fiables, honestas, se convierten en violadoras de esa confianza, veremos que confluyen siempre 3 elementos que caracterizan el llamado Triángulo del Fraude (Cressey (1961): 

  • Presión: Una necesidad económica personal o familiar, real o artificial. 
  • Oportunidad: La percepción de que es posible cometer el fraude con muy bajo riesgo de ser sorprendido o descubierto, por encontrarse en una posición de confianza o de poder.
  • Racionalización: La justificación psicológica de sus actos, es decir, la necesidad de no verse como un delincuente con justificaciones imaginarias, tales como “si los demás lo hacen porqué yo voy a ser menos”.

Siempre nos encontraremos en situaciones en que tengamos una presión o incentivo que nos motive a defraudar y, además, nos encontremos con una oportunidad o situación que nos lo permite. Es aquí cuando podemos sentirnos en la tesitura moral y ética respecto a cómo actuar, y donde aparece el tercero de esos elementos: una estrategia de neutralización que nos permita auto justificarnos ante el hecho de obviar las normas sociales y convertir en lícito un engaño o fraude.

Esa estrategia de neutralización tiene un nombre en psicología: “disonancia cognitiva”. Como explica Jorge Jiménez Serrano (Director del Máster en Análisis de Conducta en Fraude), el psicólogo Leon Festinger propuso la teoría de la disonancia cognitiva para explicar cómo las personas tienen una fuerte necesidad interior a asegurarse de que sus creencias, actitudes y su conducta son coherentes entre sí. De tal manera que, “cuando una persona hace algo que no se ajusta a sus creencias o actitudes, esto le genera una disonancia cognitiva que se refleja en malestar y ansiedad. Para tratar de eliminar esta disonancia, la persona puede dejar de comportarse así o puede cambiar sus creencias respecto al valor y sentido que tienen sus comportamientos. Generalmente, esto no es ni más ni menos que auto engañarse, buscarse una justificación, una excusa o explicación autocomplaciente de porqué nos hemos comportado así. Si conseguimos vencer nuestra disonancia cognitiva, el fraude deja de ser una conducta reprochable y se convierte en algo legítimo”.

¿Y podemos acostumbrarnos a mentir? Pues parece ser que sí. Neil Garrett ha descubierto que cuanto más miente alguien, el cerebro se amolda y deja de generar reacciones como la vergüenza. Garrett, doctorado en el departamento de Psicología Experimental por la Universidad de la ciudad de Londres (R. Unido), explica que en el momento en que una persona engaña, se activa una amígdala ubicada en una parte del cerebro vinculada a las emociones. Una serie de neuronas procesan las reacciones que después se traducen en vergüenza o remordimiento. No obstante, si alguien miente continuamente, el cerebro se acaba amoldando.

Garrett, ponente de la última edición de EmTech France 2017, explica que su objetivo no es solo comprender mejor la maquinaria del humano, sino llegar a conseguir frenar estos malos comportamientos en la sociedad.

Uno de los planteamientos que apunta es investigar diferentes formas de alentar al cerebro para impedir que las personas engañen, algo así como hacer que la disonancia cognitiva aumente en lugar de disminuir. Asegura que muchos actos deshonestos comienzan como pequeños engaños. Si estos se frenan antes de que lleguen a surgir, se podría acabar con las mentiras del planeta.

Por eso: a) cumple con tu palabra, b) da ejemplo, c) sé honesto, d) se puntual, e) sé responsable, f) sé excelente (www.amitai.com/es).

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